Durante la última década se ha dado el cruce de colaboraciones y creaciones entre uno de los principales referentes y pionero del street art argentino y K8, la tienda de elementos de malabares con base en Buenos Aires. Gualicho es un artista incomparable y voraz, con un universo propio plagado de seres oníricos, animales brillantes y paisajes psicodélicos, en los que la naturaleza pareciera chocar con un progreso retrofuturista salido de un mal sueño de Philip K. Dick.

 

 

En plena pandemia 2020, la fachada de la tienda de K8 Malabares, decorada con un mural original de Gualicho, fue vandalizada tras diez años de permanecer intacta. Hacía ya un tiempo largo que Pablo no hablaba con Darío (al mando de los controles de la nave nodriza en K8), ya que la última colaboración había sido en 2014 con la salida de la clava que lleva su nombre. Pero la conexión del inframundo hizo su magia y a tan solo media hora de enterarse de la pintada recibida en el local, Darío recibió un audio de Gualicho, así de la nada, como para ponerse al día. ¿¡WTF!? Sí, el wifi mental fue una señal demasiado potente como para dejarla pasar y la charla derivó automáticamente en la necesidad de volver a trabajar en conjunto. Así fue como en noviembre pasado se realizó un nuevo diseño que cubre íntegramente todo el frente del edificio que comparten K8 y @manawacoworking. Con el nuevo mural realizado para la marca y en pleno armado de su estudio en Villa Ballester, hablamos de todo un poco; la inspiración, las influencias, el furor y decadencia del street art, los nuevos proyectos y la relación de amistad-creatividad con K8.

 

> ¿Qué diferencias hay entre tus obras como Gualicho o Pablo Harymbat?

Hace un montón que dejé de usar el Gualicho y firmo con mi nombre y apellido. Para mí lo que más tenía que ver con ese estilo era la línea. Fueron muchos años y estaba cansado, pero después me volvió a agarrar ganas y empecé de nuevo a dibujar e hice algunos murales con la firma de Gualicho. Hace poco abrí otra cuenta de Instagram (@the_real_gualicho) donde subí todo lo que tenía. Por lo pronto voy a dejarlo así y el futuro dirá.

 

> ¿Cómo nació y creció el vínculo creativo con K8malabares?

Darío me llamó para pintar el frente del local de Palermo primero (2010). A partir de ahí nos hicimos medio amigos y después surgió la clava de la serie Art Juggling (2010), que salió como una colaboración de la marca Gualicho. Eso fue lo más importante, porque ya era un producto con mi nombre y el de K8. Lo siguiente fue el diseño de la remera (2011). Darío siempre me dejó hacer lo que yo quiera, no era un trabajo a pedido. La remera sí la hice pensando en el circo y en K8, ya que no tiene tanto que ver con la temática habitual mía.

 

> ¿Cómo te relacionas con la inspiración?

Es más un tema de hacer, de estar en el mood de hacer, llegar a un momento en el que se te apaga el cerebro y entrás en una corriente, y ahí es donde aparecen las cosas. Hay un primer momento donde te ponés y decís que vas a hacer esto y lo otro, pero eso es como un noise que hay que atravesar haciendo, pintando o dibujando. Hay una barrera que hay que pasar y la única manera es con tiempo físico, y en un momento fluye. Cuando empecé a dibujar y pintar murales al principio fondeaba con un color cualquiera y arriba dibujaba freestyle. Al principio era como todo duro, haciendo siempre lo mismo y de repente a la media hora es como que entras en una y empieza a salir. Esa es la inspiración, todo lo demás está en la categoría de la mente. Cuanta más cosas tenés en la cabeza más te cuesta llegar ahí, la idea es vaciarse, no llenarse. Para mí todo pasa por llegar a ese estado de “estar en el momento presente”, o alguna hiponada de esas, pero es eso.

 

> ¿Qué otras ramas del arte sentís que te influencian a la hora de pintar?

La música es lo que más me influye. Yo escucho electrónica, techno es lo que más me gusta. También produzco algo en Ableton. Me ayuda mucho a entrar en ese estado.

 

> Tenés una serie de temáticas recurrentes en tus obras. ¿Cuáles dirías que son las que siempre se destacaron y por qué? ¿Y cuáles serían las actuales?

Siempre es la relación del ser humano con la naturaleza, casi todo está ahí. Máquinas, seres, ese diálogo de naturaleza y humanos, y todo lo que implica en esa relación, lo mecánico y los inventos. En la actualidad mi obra se enfoca solo en el gesto, son gestos compuestos de varios colores. Lo más importante es lograr una forma que sea equilibrada y que me guste, es completamente otro proceso. Es geométrico y bastante formal, no tiene otro significado. En cambio mi obra como Gualicho es más abstracta que la actual, porque hay una abstracción de un concepto. Lo que estoy haciendo ahora no tiene ningún concepto, es solo el disfrute del gesto de la mano.

 

> ¿Qué mirada retrospectiva haces sobre el furor por el street art en Buenos Aires y Latinoamérica los últimos 20 años?

El pico del furor fue en 2010, todo el mundo salió a ser artista (risas). Eso continuó hasta el presente y hoy estamos en la decadencia total para mí. Hay un momento donde aparecen visionarios, siguen los pioneros, después todo el mundo y luego cualquiera hace lo mismo y por último la decadencia. Cuando empecé a mirar street art en el 2002-03 era gente que estaba empezando a hacer. Yo arranqué en el 2003-04 cuando salí a la calle para hacer mi primer mural. Me considero un pionero en Buenos Aires de street art, si bien ya había gente haciendo graffiti, que es otra cosa, de una escuela que se copiaba de otro lado. Esa época duró cinco años y apareció gente nueva que empezó a vernos a nosotros y se sumaron generando la segunda ola. En el 2010 recuerdo fue el boom y todo el mundo pintaba murales, todo el tiempo había alguien nuevo. Y ahí empezó a hacerse una especie de pegote, que siguió todos estos últimos diez años. Siguen estando los clásicos generando obra, pero que ya no me sorprenden. El street art se quedó en la repetición. Miro obras que siento son más de lo mismo, no hay nada fresco. Esto lo veo a nivel global, por eso yo intenté hacer un cambio. Se perdió esa frescura que había en el 2007.

 

> ¿Cuál fue el mural que te generó un mayor desafío?

El que más me costó a nivel físico fue el que hice en Richmond, Virginia para el festival RVA. Yo salí de Córdoba en pleno invierno hacia USA en pleno verano, y Richmond estaba muy caluroso. Encaré una pared muy grande, de ladrillos antiguos con junta profunda, con una dimensión aproximada de 30 x 8 metros. La cuestión es que tenía solo tres días y me mandé en una composición muy compleja. El primer día a pleno sol quedé insolado, al otro día tuve fiebre y tuve que seguir a puro ibuprofeno. Finalmente la terminé pero a un costo alto. A veces cuando viajas con el calendario apretado pueden pasar esas cosas. De todas formas con esa experiencia aprendí a manejar las jornadas de trabajo, sobre todo en cambios bruscos de estación.

 

> ¿Qué artistas emergentes del street art te llamaron la atención estos últimos tiempos?

Lamentablemente nada me sorprende, todos hacen lo mismo hace veinte años, es un embole. Ya no espero nada igualmente. Yo estoy en la búsqueda de un cambio. Lo mismo lo pienso para el arte contemporáneo, que me parece horrendo. Yo siempre prefiero lo border que seguir manteniendo lo mismo por el paso de los años. Actualmente lo que pasa en el arte urbano es que se hizo muy clásico.

 

> ¿Qué proyectos tenés en proceso o pensados para 2021?

En principio tengo que viajar a San Pablo para hacer unos murales, siempre y cuando la pandemia me lo permita, mejor dicho las leyes de Argentina. Tengo un encargo de una coleccionista de Nueva York que tendría que encarar en los próximos meses. Y además estoy en pleno armado de mi nuevo taller en Villa Ballester. Acabo de mudarme y lo estoy haciendo yo mismo con algunas ayudas, así tengo todo lo necesario para trabajar cómodo.

 

> ¿Podemos esperar más colaboraciones con K8 en el futuro?

Hablamos de varias cosas que en principio tienen que decantar, pero la más concreta es retomar la clava Gualicho y que sea una colaboración anual. ¡Así la gente puede coleccionarlas y se mantiene viva la tradición!

 

Gualicho-
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